Leprechauns, sirenas y otras estafas financieras I
Cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía. Si este simpático aforismo popular fuera cierto, los estafadores financieros estarían sin trabajo. Por desgracia, la mayor parte de los seres humanos estamos lejos de la canonización y somos capaces de tragarnos cualquier promesa de ganancias excepcionales, por muy inverosímil que resulte.
Está claro que, cuando el dinero parece llover del cielo, nos guiamos por otro refrán: A caballo regalado, no le mires el dentado.
¿Cómo es posible que la gente caiga una y otra vez en las mismas estafas, pese a la información disponible y a la gran repercusión mediática de algunos sonados engaños?
En parte, tenemos que contar con la asombrosa capacidad del ser humano para tropezar en la misma piedra no sólo dos, sino todas las veces que haga falta. Pero la verdadera razón, más allá de la codicia, la inocencia y la credulidad de las personas, es la inmensa habilidad de los estafadores para “facilitar” a las víctimas la adopción de decisiones financieramente suicidas. Cuentan con un don natural para entender el funcionamiento de la mente y el contexto financiero, lo que les permite adaptar sus estrategias a las debilidades humanas de cada momento y lugar.
La capacidad evolutiva y la imaginación de los timadores son tan desbordantes que resulta difícil elaborar un catálogo de engaños lo bastante exhaustivo y actualizado. Para empezar por alguna parte, he aquí una tipología completamente arbitraria de las estafas financieras, en función de su objeto, funcionamiento y víctimas potenciales.
Estafas
- Estafas 1.0. El oro de los leprechauns
- Estafas 2.0. Invertir en un Expediente
- Estafas 3.0. El canto de las sirenas
(¡AVISO! A diferencia de lo que ocurre con los avances tecnológicos, las estafas más sencillas y tradicionales no desaparecen del mercado sustituidas por otras más modernas. Como veremos a continuación, los fraudes más sofisticados simplemente se suman a los ya existentes, ofreciendo al desprevenido público una gama cada vez mayor de “productos fraudulentos” para todos los gustos y presupuestos).
Estafas 1.0: El oro de los leprechauns
Estos simpáticos duendecillos irlandeses comercian con un oro de propiedades especiales: tiene la desagradable costumbre de evaporarse por completo una vez que el leprechaun ha conseguido su objetivo. Por tanto, podemos atribuir a los duendes la paternidad de timos como el de la estampita (el cuento del tío en Latinoamérica), el tocomocho o similares, que operan con la promesa de recompensas monetarias… altamente volátiles.
Estos timos se caracterizan por la simplicidad del planteamiento. Los estafadores no se complican la vida prometiendo inversiones en productos sofisticados o con alto potencial de revalorización: se limitan a ofrecer mucho dinero a cambio de un pequeñísimo favor. Con frecuencia, dicho favorcillo supone que la víctima saca provecho de la situación de debilidad o necesidad de otra persona, así que en el pecado suele ir la penitencia.
Como ejemplo inmejorable del funcionamiento de este timo sugerimos un corte de la clásica película española “Los tramposos”, en el que Tony Leblanc finge ser un joven retrasado dispuesto a cambiar un sobre lleno de “estampitas” (billetes de curso de legal) por una modesta suma de dinero.
La versión más moderna de este tipo de fraudes (que seguimos considerando 1.0 porque se limitan a intercambiar dinero por favores) es la estafa nigeriana. Puesto que elegir a las víctimas en la calle tiene poco alcance y requiere demasiado esfuerzo, ahora los delincuentes se dedican a enviar correos electrónicos masivos con historias improbables que, sin embargo, excitan la imaginación de muchas personas: premios de lotería que el ganador no puede cobrar directamente por diversos motivos, grandes herencias retenidas en África por funcionarios corruptos a los que hay que sobornar, etc. El panoli de turno (=víctima) puede aliviar las desdichas del remitente enviándole algún dinero mediante unas cuantas transferencias bancarias, a cambio de las cuales recibirá una generosa recompensa. ¡Más fácil, imposible! Os invitamos a ver una interpretación desenfadada pero muy realista de este tipo de timos en Don Quijote y la estafa nigeriana.
¿Quiénes son las víctimas potenciales de una estafa 1.0?
La respuesta más inmediata es que cualquiera con una moral lo bastante flexible. Está claro que la avaricia es un ingrediente necesario, pero probablemente el tema sea algo más complejo.
Las estadísticas sugieren que las personas mayores son mucho más propensas a caer en las estafas presenciales del tipo tocomocho. Tienen menos reflejos para detectar lo sospechoso de las propuestas y su mayor vulnerabilidad les lleva a tratar de aprovechar cualquier oportunidad para conseguir un dinerillo extra, acallando los escrúpulos morales que puedan surgir ante ofrecimientos que, casi siempre, implican aprovecharse de la presunta necesidad o incapacidad de otros.
En cuanto a las estafas nigerianas por canales virtuales, puede caer cualquiera… Mejor dicho, cualquiera lo bastante desinformado, optimista o amante de la aventura como para creer que, entre todos los habitantes del planeta con una cuenta de correo electrónico, ha sido elegido por el Universo para beneficiarse de tan sorprendente oportunidad.
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